miércoles, 1 de julio de 2009

¡No es un golpe, son dos!

Es cierto, en Honduras hubo golpe de estado, pero lo que los "demócratas" a su conveniencia olvidan, es que fueron dos! Tenemos que comenzar definiendo lo que es un golpe de estado: El rompimiento del orden constitucional y la usurpación del poder violentando la institucionalidad de un país.

El primer golpe de estado lo dio Zelaya Rosales al romper el orden constitucional usurpando el poder de la Asamblea Legislativa y la Corte Suprema de Justicia, violentando la institucionalidad de las diferentes instancias que se pronunciaron en contra de un proceso totalmente fuera de la ley. Existe un agravante que nos debe alertar a todos los Salvadoreños, y es que este proceso de "consulta no vinculante" fue diseñado, financiado, y apoyado por el "comandante" Hugo Chavez de la "República Democrática y Bolivariana" de Venezuela.

Ante semejante situación, en que el "presidente" de la república ignora los demás poderes del estado, instituciones como la Fiscalía y el Tribunal Supremo Electoral, autoridades eclesiásticas, y organizaciones gremiales importantes, es de esperar una reacción de las entidades que defienden y respetan las leyes de la república, tal como lo demanda la juramentación de sus cargos públicos.

¿Cual es el futuro de un país que pierde su soberanía, cuando su mismo "presidente" recurre a fuerzas oscuras en el exterior para violentar el orden constitucional? ¿Cual es el futuro de un pueblo cuando no se reacciona en defensa de su soberanía? Cualquier persona, ya no se diga un funcionario público, que se respete a si mismo y le tenga amor a la patria debe salir en defensa de sus principios, tradiciones, instituciones, valores, y libertad, ante amenazas que terminarán destruyendo la dignidad de su sociedad.

Veamos lo que sucede en Venezuela, pues parece que todos estos procesos de construcción del "poder popular" están cortados con la misma tijera. Los Venezolanos han sido testigos de la destrucción de la institucionalidad, en la cual instituciones independientes han sido puestas al servicio de una "presidencia" en franco proceso de deslegitimación. La legitimidad de una presidencia se fundamenta en el respeto a los derechos de sus gobernados, pero cuando un "presidente" procede a fomentar el odio y la lucha de clases, a despojar, a derrochar los recursos de la nación, a corromper, a implementar campañas imperiales diseñadas a expandir sus conceptos políticos en el extranjero, y a ignorar las carencias de su propia sociedad, este pierde su derecho a gobernar.

Ejemplos como este no solo lo estamos viendo en Venezuela, esto se repite en Bolivia, Ecuador, y Nicaragua. Nuestros hermanos Hondureños, y nosotros los Salvadoreños, tenemos la oblación de prevenir que esto suceda en nuestros países. El caso de los golpes de estado en Honduras nos deben hacer reflexionar sobre estos procesos de "creación de condiciones objetivas", parte fundamental de la doctrina de subversión marxista, para luchar por nuestras democracias y libertades ciudadanas.

Una democracia sin institucionalidad deja de serlo. Las clases políticas deben reflexionar que su propio fracaso fue lo que hizo posible un Hugo Chavez en Venezuela, así como un Adolfo Hitler en Alemania. Cuando una clase política deja de representar a sus electores para favorecer intereses especiales, ya sean estos políticos, sectoriales, o privados, se está sembrando la semilla de la destrucción de la democracia. La situación de Honduras debe demostrarnos a los Salvadoreños que no podemos dejar que las cosas lleguen a extremos peligrosos, y que debemos fortalecer la institucionalidad eligiendo una Corte Suprema de Justicia verdaderamente independiente y consciente de su rol como defensora del orden constitucional.

Como demócratas debemos también estar conscientes que las constituciones no son meras expresiones de una "voluntad popular coyuntural", sino que verdaderas cartas magnas que deben proteger las libertades y derechos de sus ciudadanos. Es también importante estar conscientes de nuestra soberanía, y no permitir que instituciones supranacionales, muchas veces controladas por gobiernos que no son democráticos y que están impregnadas de mucha hipocresia, dicten los destinos de nuestra sociedad. En este sentido, si se va a condenar un golpe de estado en Honduras, hay que condenar a los dos!